Perspectivas que engañan

En resumidas cuentas, que sabías que te acercabas y caminabas más rápido. Que nunca  hay nada que se pueda hacer si el caso despierta tu interés. Qué seguiste a la chica por que te dio la gana. Ocultándote, tratando de que nadie te viera, buscando un ángulo muerto.

La vigilaste tras el árbol que lleva tu nombre. Por azares del destino, ella vive tras él, en una casa de balcón bajo y muy blanca.

Deslizaste un dedo por los contornos de tu nombre tallado en le tronco una y otra vez.

Siempre baja las persianas, así que tuviste que conformarte con descifrar la fachada. En los muros hay parches de nuevos materiales mezclados con la cal vieja, contraventanas recién barnizadas con algún grumo y persianas llenas de polvo con marcas de dedos humanos. Desde tu posición, la casa se muestra reacia a significar algo más.

Pero eres perseverante.

Atraviesas los muros. O mejor, con una ganzúa fuerzas la puerta en su ausencia. Crees que dentro oculta algo, que su conocida aversión a las palomas es falso y que no es ese el motivo de que eche las persianas a cal y canto.

Descubres todas esas fotos en el cuarto de revelado.

Cientos de instantáneas de tu persona; momentos básicos, personales, solitarios: tú caminando entre la niebla, de noche, por las calles vacías de tu pueblo. Tú cuando tallaste tu nombre en el árbol. Tú escribiendo el informe del caso…

Y mucho más que sorprendente: tú siguiéndola a ella y la casa impenetrable al fondo.

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