Los caballeros mutilados

Además de lanzar las consignas, fueron ellos los encargados de adoctrinarnos al dedillo cuando estuvimos predispuestos. Sólo contaban con medio cerebro, pero se les presumía una venganza intelectual en el alma, un profundo dominio de las redes de propaganda que era bondadoso y cierto bajo cualquier supuesto. Y cuando ya todos comíamos de su mano, fuimos llevados al patíbulo por voluntad propia. No lo hicimos como víctimas (o eso creímos), sino como integrantes del pelotón de fusilamiento. Estábamos allí los obrecanos, los republiros, los franquises, los burguetas, los fanistas, los comuchas, los libeches, los bolcherales, los popultra y un largo etcétera. Todos con nuestros fusiles cargados apuntando a un tipo con los ojos vendados. Era el hombre que aún no había visto LA LUZ, nos dijeron. Una criatura silenciosa, más bien, una figura gris, un ente al que era difícil ponerla cara (quizás porque no la tuviese); alguien completamente seguro de su castigo, en todo caso, pues alzó el brazo para dar la señal y obligarnos a ejecutarle.

Los caballeros mutilados – (c) – Ramón Molleda González

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