Cuida de Peter

La nota de despedida no podía dejarlo todo más claro.

Aunque ya no lo creas, siento de verdad todo lo que te está pasando… siento que seas tú el que esté pasando por esto, lo siento mucho, de verdad, pero yo no puedo hacer nada para cambiarlo… siempre recordaré nuestra promesa. Sé que tú también la cumplirás. Cuídate mucho.

Otra calada hasta el tuétano. Ya es casi de día, la claridad va dejándose notar, y su cabeza se convierte en un proyector: sale a escena Yolanda, que está sentada a la orilla del río abrazándose las piernas, tiene frío. De repente el tiempo pasa demasiado deprisa, como si fuese montado en las hojas de los chopos.Yolanda dice en voz baja que si alguna vez decidieran dejar de verse para siempre, le regalaría a Peter para que él siguiera amándola todo los días. “Si lo cuidas, algo seguirá viviendo entre los dos; yo prometo pensar en ti todos los días”.

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“Cuida de Peter”

Han pasado dos días desde su marcha y Peter nada a sus anchas en la pecera. Es un carassius original que se trajo el primo de Yolanda, el ingeniero, de uno de sus viajes a China. Un carassius rojo, de la variedad escama de perla, grande y voluptuoso, con una expectativa de vida de entre cinco y diez años si se le cuida bien. En el apartamento de Roque lleva viviendo año y medio, y para ser sinceros es sorprendente que haya aguantado tanto tiempo en una pecera tan ridícula, pero Roque y Yolanda nunca parecieron darse cuenta de esto.

Peter nada a sus anchas todavía. Roque continúa fumando en el sofá como hace dos días. Ha hecho más cosas, pero básicamente fumar en el salón. Lleva tiempo mirando sin más a Peter hasta que decide darle de comer. Los criadores de peces aconsejan que cada comida, una o dos al día, no más, no debe superar la cantidad que el pez sea capaz de tragarse en un par de minutos. Roque le da lo suficiente como para que se atiborre durante por lo menos cinco minutos, y al rato bastante más, para otros cinco o incluso diez minutos. Peter no tiene tiempo de comerse las escamas de alimento que flotan en la superficie sin dejar escapar muchas más a su alrededor, una lluvia de comida que va buscando el fondo de la pecera. Después se sumergirá hasta las piedras, revoloteará entre la concha y el castillo y se comerá poco a poco todas las escamas restantes. NUTRON COLOR, alimento con colorantes que acentúan el color natural de los peces. A Roque le hace gracia aquella etiqueta, porque con semejante atragantón, y los que le quedan, lo único que el pretende acentuar es su panza china hasta que reviente. Ha tardado en llegar a este convencimiento, pero desde ahora no se puede esperar más de sus cuidados. No conviene engañarse con los sentimientos, ni demorar más un olvido que será inevitable: “… prometo pensar en ti todos los días”.

Roque descubre sobre la mesita de noche la nota de Yolanda. Aún sigue allí. La rompe en mil trocitos y se la echa a Peter para que conozca de puño y letra la caligrafía de su ex.

Con el paso de los días amplia los métodos de tortura. Añade alguna pizca de sal al agua dulce y revuelve a menudo la pecera con el cucharón que emplea para los sofritos. También aprovecha que duerme bastante mal para despertar al carassius dos o tres veces de madrugada. Tiene el flexo enfocando directamente a su objetivo. Cuando el pez siente la luz deja de dormir, y sus aletas se mueven, va ascendiendo desde el fondo y termina por moverse totalmente desvelado. Entonces los dos mantienen un dialogo silencioso. Roque fuma hasta que le vuelve el sueño y decide acostarse, dejando el salón infectado de humo y de nada.

No hace mucho se olvidó de apagar la lámpara y Peter, que no podía seguir durmiendo, se coló en sus sueños. El pez daba vueltas en su pecera, tenía hambre y sueño, posiblemente sed, mientras que Roque se enredaba en las sábanas y sudaba. El calor iba en aumento y todo se volvió pegajoso y turbulento. Roque buceaba. Al fondo, en la oscuridad abisal, reconoció dos grandes globos oculares. Un carassius gigante abrió su bocaza para tragárselo. Era Peter, pero mil veces más grande. Roque trató de escapar. Sus movimientos bajo el agua, bajo el sueño, crearon infinidad de burbujas, un torbellino de terror. Y entonces se agarró con fuerza a una de sus aletas gigantes y dejó que el pez rojo eligiese el camino. Sentía como el agua discurría con velocidad. Con esfuerzo, desde la aleta lateral, fue escalando posiciones hasta sujetarse bien a la aleta superior y encaramarse al lomo de Peter como un jinete. Entonces se dio cuenta de que tenía un cuchillo en su mano derecha, que de hecho había recorrido el cuerpo del pez clavándole el cuchillo. El agua se volvió turbia y al rato intensamente roja. Ya no se veía otra cosa que el color de la sangre. Se escuchaba un ritmo irreal que se iba apagando, posiblemente el movimiento pesado de unas branquias gigantes que sufren. Esta cadencia le sacó del sueño y descubrió que se trataba de su propia respiración.

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“Cuídate mucho”

Roque se prepara un desayuno abundante, de hecho no hace más que fumar y comer -hace días apareció en el piso con un montón de bolsas del supermercado y llenó la despensa y la nevera.

Desayuna zumo de naranja, café y tres tostadas grandes con mantequilla y mermelada. Antes de comenzar le da la comida a Peter en cantidad aún mayor que otras veces, como para un cuarto de hora; así le acompañará en el desayuno. Roque muerde y Peter succiona escamas de NUTRON COLOR. Bocado a bocado siguen haciéndose semejantes en algún aspecto de sus vidas.

Pasan los días y apenas varía el tratamiento: flexo nocturno, cucharón de sofrito, unas pizcas de sal… ahora también expulsa el humo del cigarro sobre la superficie de la pecera. El agua se ha vuelto amarillenta aunque Peter tiene un color rojo esplendoroso y parece mantenerse en forma. Roque no tiene ninguna intención de cambiarle el agua. Si uno se acerca bien descubre bichitos entre las piedras y una mugre creciente de las cagadas de Peter en todas partes, incluso en las almenas del castillo.

Roque come más que Peter, come a todas horas. En la última semana ha engordado seis kilos y los pantalones no le ajustan. Este aumento de peso no le favorece en nada. Ahora le cuesta un poco más subir al tercero cuando está ocupado el ascensor, y por las noches se suceden las pesadillas debido a sus copiosas cenas. Se ha vuelto perezoso y en la casa se va acumulando la suciedad y el desorden.

Peter sigue con los mismos movimientos oscilantes. Aún es capaz de conciliar el sueño cuando Roque le deja tranquilo, y toda la comida de más que se traga se le va a través de cagadillas filamentosas que produce continuamente.

Roque tiene turbio el entendimiento. No hace nada de nada, sólo comer y fumar. Como siga así, sin trabajar, sólo tendrá dinero para un mes más, pero esto no parece importarle. Lo que le preocupa de verdad es que el pez no dé síntoma alguno de agotamiento. Además, Peter le mira de forma más valiente cada vez. Es capaz de quedarse parado en un punto concreto sin mover ni una aleta cuando sabe que Roque le está mirando.

Hay tantas maneras de matar a un pez y de matarlo rápido que no sabe por cuál decantarse. De momento quiere que todo se siga desarrollando igual, cree que cuando llegué el momento de la verdad hará lo que tenga que hacer, sin remordimientos. Todo habrá acabado.

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“…siempre recordaré nuestra promesa. Sé que tú también la cumplirás”

Han pasado diez días más y las cosas siguen igual pero un poco más turbias. Peter sigue vivo aunque es difícil saber en qué condiciones físicas, pues se ve poco a través de la suciedad del agua. Cuando asoman sus ojos parecen hacerlo desde ultratumba. Sí se aprecia en el color de las escamas que al menos tiene una intensa vida cromática.

¿Vida cromática?

Roque está pálido, ojeroso y más gordo aún. Hace unos días ha tenido que comprarse ropa de talla más grande. Su vestuario anterior se acumula sucio por las esquinas de la casa.

Aún no ha encontrado un momento adecuado para terminar con esta situación, aunque se muestra cada vez más resentido y duerme cada vez peor. El sueño de las puñaladas a Peter se ha repetido en más de una ocasión aunque con distintos matices.

Sigue fumando, pero ahora no se molesta en limpiar los ceniceros porque la ceniza va directamente a la pecera.

Cuando toca la ración de NUTRON COLOR se queda un rato observando la oscura superficie del agua para constatar que Peter aún comerá ese día. Y lo hace, su boquita rosa asoma entre el agua negruzca y succiona el alimento.

Ayer no pudo aguantarlo más y cogió a Peter con la mano cuando subió a comer. Lo sujetó con fuerza en el puño, comprobando que tenía vida, y pensó en lo fácil que sería acabar con él. Sólo necesitaba apretar un poco más. Y lo hizo, pero no quería que todo terminase gracias a un combate desproporcionado, así que lo volvió a dejar en el agua.

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“Eso no ocurrirá nunca”

Roque camina con las cestas de la compra, pero hace tanto calor en la calle que apenas puede dar un paso más. Decide entrar a un bar a tomarse algo que le refresque. Suda a raudales. No sólo se toma un refresco, sino que se toma tres, y tres platos distintos de aperitivos porque su hambre es insaciable.

Está allí un buen rato, ensimismado, mirando para la televisión con la misma inquietud nula que mira la pecera. Está llegando a alguna clase de límite en el que ya no cabe la vuelta atrás, y él no puede hacer nada para cambiarlo.

De repente tiene unas ganas locas de mear. Las necesidades fisiológicas han llegado a ser la única prueba de que sigue vivo. Sale como un rayo en dirección a los aseos, pero allí dentro cambia de parecer. Después de bajarse la bragueta se la vuelve a subir y se aguanta las ganas. Está sonriendo por primera vez en muchos días. Recoge las bolsas de comida y se va del bar con aire decidido y una fuerte opresión en la vejiga. Encuentra la puerta del piso entreabierta, lo cual le inquieta. Sin embargo, decide no pensar en nada raro. Sabe que la puerta no ajusta del todo bien en el marco y no tiene ninguna seguridad de haberla cerrado con fuerza cuando se fue al supermercado. Entra en la cocina para dejar la compra. Aprieta los dientes cuando alza las bolsas hasta la mesa. Está agotado y, además, ya no se puede aguantar más las ganas. Sale de la cocina desabrochándose la bragueta. Se dirije al salón y ríe en voz alta. Es su estrategia para atemorizar.

-¡Es el fin, Peter! -grita.

Pero Peter no está, la pecera no está, alguien se la ha llevado. Roque no lo entiende. En un principio deambula por el cuarto y busca por las esquinas y debajo de su ropa. No encuentra nada. Prefiere no indagar más, ni se molesta en buscar una explicación. Está tan cansado que se recuesta en el sofá. Realmente ha engordado mucho y no tiene fuerza para moverse, así que se mea encima y se duerme.

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