Sintió un picotazo en el gaznate y comenzó a tener problemas para hablar. Los jefes alabaron su mesura, pero no así sus compañeros. Como apenas tenía qué decir, ni siquiera ante las rebajas salariales, fue reprendido por los suyos: «El que calla, otorga».
Se quedó sin voz e ingresó en el hospital. Al poco, dejó de responder a la ventilación mecánica.
Los forenses extirparon un huésped excepcional de su tráquea. Un pergamino antiquísimo en el que los grafólogos hallaron un contrasentido: los renglones no subían ni bajaban un sólo milímetro pero los puntos sobre las íes estaban desplazados hacia delante.