El aguijón

En alguna parte he leído que la nueva escritura consiste en no escribir y la nueva lectura en no leer. Animado por esta teoría traté de escribir para un no-lector y a la inversa: me acerqué a mi libro de cabecera con los ojos vendados. El primer ejercicio fue muy frustrante, pues hube de empaparme de una jerga absurda y cambiar mi lenguaje a las claras por la letra pequeña. He comprobado que el no-lector habita mundos literarios que han de mirarse con lupa, necesitando una vida entera para asimilar ciertos documentos. Una vez muerto el no-lector, esas nano-palabras siguen impidiendo la lectura a sus allegados; trátese de humanos o de animales de compañía. Dicen en Costa Rica que para que un perro se haga más bravo, cuide mejor la casa y ladre furioso a los extraños, hay que darle un aguijón de escorpión machacado en un pedazo de carne. Pero gracias a la no-escritura son los extraños los que ladran a los perros y se apoderan de las casas.

Observen.

«La trascendencia de esta previsión garantiza que los especialmente vulnerables no puedan ser desalojados, con la confianza de que, a la finalización de este período, habrán superado la situación de dificultad en que puedan encontrarse».

¿No será la situación de dificultad la que garantiza la previsión de los especialmente vulnerables, para que puedan ser desalojados durante este periodo tan trascendente y/o eterno? (cuando le pides una explicación a un texto escrito, decía Sócrates, éste siempre te responde la misma cosa).

Lo de acercarse a mi libro de cabecera con los ojos vendados fue mucho más llevadero. No sé si conocen el fenómeno de la dermovisión o facultad para «ver» a través de la piel. Pues yo soy uno de esos individuos afortunados -o no-, capaz de leer con mi cuerpo los textos bajo los que sucumbo.

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