Brotes negros

Desde que se quedó sin empleo se dedica a revisar los ciento y pico consejos para mantener vigoroso su bonsai. Pero, por falta de atención, hace todo lo contrario de lo que indica el manual en varios puntos vitales. Mantiene el ficus panda literalmente contra la pared, sin girarlo 180 grados una vez al mes para que las ramas no se mueran por falta de luz. Alambra el árbol en su totalidad, sin dejar el giro del alambre un poco suelto; lo que propicia marcas, cicatrices y escasa circulación de la savia.

Pasan los días y su bonsai decae visiblemente, lo mismo que él. Pertenece a una especie que no se recupera bien de la defoliación ni de la poda fuerte y, sin embargo,  lo desmocha con saña esperando una  recuperación milagrosa. Como no lee detenidamente el manual no unta las heridas con hormonas cicatrizantes, ni  estimula el desarrollo de nuevas raíces, ni coloca abono orgánico en la base del tronco.

En el colmo de la negligencia aparecen  síntomas de un riego escaso: brotes débiles o secos.

Desde hace algún tiempo le atacan unas arañitas de color morado de  las que no habla el manual y que incluso se han colado en sus sueños.

Recurre al acaricida y por momentos parece recuperar.  Es sólo una ilusión.  Poco a poco los brotes se vuelven negros y las hojas se tornan amarillentas, colgadas a la espera de caerse.

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