Calzaba mocasines rotos y estaba muy necesitado de abrigo, pero el riesgo no debió de parecerle gran cosa y se puso manos a la obra. En algún punto indeterminado tuvo que dejar de caminar y se atrevió a escalar. Eran miles los que se congelaban en los riscos tratando de prosperar, formando una barrera más difícil de franquear que la propia montaña. Si él pudo llegar hasta el final fue por una asombrosa facultad que le permitió atravesar los cuerpos, coronar la cima, vaporizarse en nube y, por último, imitar la copa de los árboles para volver a echar raíces.