Se va a zambullir en el océano con una idea preconcebida: emerger como un hombre nuevo. Desde el risco, el agua es tan cristalina que le atrae como el mejor cebo. Ejecuta una voltereta perfecta y, con los ojos cerrados, suplica poder librarse del hombre viejo y mezquino en el que se ha convertido. Su entrada en el agua es sublime… roza el fondo de coral con la yema de unos dedos tan delicados que ya no parecen suyos.
En la orilla, su cuerpo (y algo más que es mucho más que eso) se transforma en mujer antes de secarse.