Extremófilos

Hay una especie de contagio de lo invisible sobre las cosas visibles que nos rodean, y por eso somos capaces de sobrevivir con pequeñas dosis de aire y sol cuando todo está desolado a nuestro alrededor. Hemos llegado a habitar la realidad más extrema(damente sencilla) que pueda concebirse, (mal)gastando la atención en pequeñas ocurrencias (in)evitables y acumulando grasa para enfrentar las condiciones más adversas. Siempre mantenemos constante el desplazamiento aunque a veces sufrimos desordenadas y dolorosas manifestaciones motoras. La (no)vida también se asemeja a un dolor; esa posibilidad que sabemos seguro que se realizará pero que nunca experimentamos. Quizás por esta razón nuestro primer deseo surgiera de una alucinación, y nos hayamos acostumbrando a estas invenciones de la mente que sólo pretenden evitar la acumulación de estímulos. Al final ha llegado la computación, que puede llegar a liberarse de las excitaciones -incluso de la mente misma- y que no necesita medio físico para propagarse.

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El universo es tan antiguo que resulta infinitamente más poderoso que cualquier computadora humana multiplicada por millones y trillones, así que nunca podremos calcular si las condiciones extremas (a las que nos hemos ido habituando) nos proporcionan la experiencia necesaria para seguir con vida y ser inmortales o, si por el contrario, será el azar el que lo borre todo del mapa porque se haya autorreplicado tal cantidad de veces que no podamos hacerle frente.

Extremófilos(c)Ramón Molleda González

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